Reflexiones sobre el Aborto en España.

Hemos podido comprobar que a día de hoy parece que no existen verdades defendidas por minorías. Que si una verdad la defiende una minoría, entonces es que no es verdad. Que son los votos los que determinan la moral. Y que cuando la predicción de voto cambia, la moral cambia con ella. Hemos comprobado que los grandes partidos se frotan las manos cuando ven a los ciudadanos aceptar la idea del “voto útil”. Ya que bajo el amparo de dicho planteamiento, a un partido como el que gobierna actualmente le basta con ser un poquito menos malo que el resto de los partidos a ojos de sus votantes. Visto lo visto, no tengo esperanza en un cambio sobre el drama del aborto, que es lo que trataré en estas líneas, que venga desde la política. Si existe una posibilidad de dicho cambio, reside en la educación, el conocimiento y, lo más difícil, en la búsqueda del bien por encima del propio interés.

Dejando a un lado toda la fundamentación científica para estar en contra del aborto, sobre la cual hay muchísimo escrito, de calidad, y por gente más cualificada que yo, quiero intentar una sencilla aproximación a una visión del problema que se trata bastante menos. No hace falta decir que cualquier cuestión sobre este tema es inabordable de forma adecuada en tan poco espacio. Por ello solo voy a hacer una breve exposición de una realidad.

Vivimos en una sociedad que reclama multitud de derechos, como el supuesto “derecho a decidir” únicamente de la madre, pero que evita hablar de obligaciones o responsabilidades. Los seres humanos, mediante el sexo, conciben seres humanos. Y por lo tanto el sexo conlleva una seria responsabilidad. Y esta realidad se obvia brutalmente. Somos parte de una sociedad que busca el placer y el bienestar casi a cualquier coste, y que trata de olvidarse de las realidades que son incómodas y que se oponen a ese objetivo. Y la que acabo de enunciar es una realidad bastante incómoda.

Antes que un supuesto “derecho a decidir”, se debe pedir responsabilidad sobre los propios y voluntarios actos. Es duro, aunque no debería serlo, escuchar esta afirmación hoy día, dado que se nos viene machacando desde diversos ámbitos con la idea de que el sexo es otro mero entretenimiento, como podría serlo el fútbol o jugar a las cartas. Sólo se hace hincapié en la prevención de enfermedades de transmisión sexual. Mucho sexo, mucha diversión, pero los mismos que proclaman esto a los cuatro vientos nunca hablan de las tragedias que son consecuencia de la irresponsabilidad que fomentan. Para eso ya está el aborto, bastante lucrativo, que se dedica a “recoger” los platos rotos.

Es curioso notar cómo se apela a la inmadurez de una mujer para ser madre para justificar un aborto, y al mismo tiempo se promueven las relaciones sexuales cada vez a edades más tempranas. Es curioso cómo muchos defensores del aborto no niegan la dureza que supone un aborto para una mujer a la vez que promueven intensamente el sexo como un divertimento más, lo que aumenta las posibilidades de embarazos y por tanto de abortos.

Cierto es que la idea de pedir responsabilidad se basa en asumir que lo que se concibe es un ser humano, cuya vida debe ser defendida. Pero ese es otro extenso tema. La idea que yo he tratado no es ningún argumento a favor de la vida, pero es una realidad que hay que decir. Esta nunca llevará al aborto cero, y mucho menos al embarazo no deseado cero. Pero es un punto de partida a la hora de educar a futuras generaciones. Aunque actualmente todo empuja en contra y hoy por hoy no confío en que la sociedad pueda tomar el sexo de manera honesta, seria y responsable. Quizá algún día.

GRM

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