¿Qué futuro queremos?

mejores-paises-maternidadLas mujeres españolas siguen siendo de las que más retrasan la maternidad en el conjunto de la Unión Europea al tener a su primer hijo con 30,6 años de media, por encima de los 28,8 años de media comunitaria, según un estudio sobre los nacimientos en la UE publicado  por Eurostat con datos de 2014.

Por lo que se refiere a la tasa de fertilidad, también España sigue a la cola con apenas 1,32 hijos por mujer, frente a la fertilidad media de 1,58 hijos en el conjunto de la UE, y apenas ha subido un 0,08 por ciento desde 2001, cuando la tasa española se situó en los 1,24 hijos por mujer. El aumento de la fertilidad española desde 2001 también está muy por debajo de la media comunitaria, que se eleva al 0,12 por ciento.

No hace falta leer a Francis Fukuyama o a Niall Ferguson para adivinar cuál es el futuro de una nación sin nacimientos. O de mujeres que retrasan a la maternidad, como si fuera un aspecto secundario en su vida. El principal recurso de un país no es el petróleo sino el capital humano. “Brazos”, “la gente” que dirían los personajes de Las uvas de la ira, de John Steinbeck.

¿Qué se puede hacer? ¿Ayudas por hijo?, ¿descuentos para familias numerosas?, ¿fomentar la natalidad con premios e incentivos? Eso -que ni siquiera se hace en España- no deja de ser cosmética. Porque la gente tiene hijos no por las ayudas que reciban (aunque los Gobiernos estén obligados en justicia a ayudar a la familia, dado el papel crucial que juega), sino por convicción. Los hijos nunca son un negocio: al revés la familia es por definición deficitaria, como casi todas las empresas que, de verdad, valen la pena (como el Descubrimiento de América, por ejemplo, y otras epopeyas… la familia es una pequeña epopeya, podríamos decir chestertonianamente).

Los hijos se tienen porque se cree en la vida. Pero eso no depende de los Gobiernos, sino de la educación recibida, de las creencias, de las convicciones. Y en el Occidente secularizado y relativista, mucha gente piensa que nada tiene sentido porque la muerte es el final. Y esa es la causa más profunda del invierno demográfico.

La Historia demuestra que la vitalidad de una civilización se cifra en la familia y ésta a su vez está relacionada con su religiosidad. Una sociedad nihilista no sólo no cree en Dios, sino tampoco en la vida, y a la postre ni siquiera en sí misma. Por ejemplo, Europa 2016: ¿en qué cree? ¿en el euro?, ¿en los partidos de fútbol por la tele? ¿en la dermoestética que te permite operarte el pecho (ellas) o detener la calvicie (ellos)? ¿En eso? Y si no cree en sí misma, si carece de fuelle moral, termina suicidándose. [Con información de Eurostat y Europa Press]. Via Actuall

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